En anteriores artículos hemos hablado de muerte digital y de cómo limpiar nuestro rastro en Internet, y hasta ahora no habíamos abordado el tema principal: la huella digital. Así de primeras todos podemos deducir que no se trata de una huella propiamente dicha, sino más bien del rastro que vamos dejando en todos los elementos digitales que componen ese macrocosmos que ya es Internet y que debido a la gestión de grandes cantidades de datos mediante el denominado «big data», y no nos olvidemos de las brechas de seguridad que han sufrido hasta los más poderosos como la C.I.A. que supuestamente debe ser la institución mejor protegida.
Pero vamos con lo que nos interesa, la huella digital. Muchas personas se limitan a decir que su vida y sus datos no son tan interesantes como para preocuparse de ellos y de donde los van dejando. Puede ser, pero si nos paramos a pensar la cantidad de correos electrónicos que recibimos con ofertas no deseadas, y llamadas de teléfono casi siempre inoportunas, quizás merezca la pena considerar que hacemos con nuestros datos y preocuparnos de protegerlos.
En esta ocasión vamos a ver como vamos generando esa huella digital para que seamos conscientes de la dimensión del asunto y podamos ser más cuidadosos.
Por ahora nos quedaremos con dos elementos que prácticamente todos utilizamos y que van dejando huella, nos referimos a las redes sociales y por supuesto a nuestro teléfono móvil. En el caso de las primeras hay que tener en cuenta que cada vez que compartimos fotos, información o lo que sea, aunque nos arrepintamos y la borremos, no ha desaparecido, está almacenada por los buscadores y es recuperable mediante búsquedas. ¿Recordáis comentarios de políticos hechos hace años y que ahora salen a la palestra? Pues los nuestros también están disponibles, así que cuidado con lo que subimos a las redes, es importante pararse a pensar en las consecuencias, antes de subirlo y después borrarlo, es mejor no subirlo, así siempre quedará en nuestra privacidad.
Por su parte el teléfono móvil es el peor chivato que tenemos en nuestra vida diaria, de hecho lo comentamos en nuestro anterior artículo, estar siempre conectados es el riego que tiene, el teléfono almacena nuestros movimientos, fotos, vídeos, contiene nuestros contactos, contraseñas, registro de llamadas, por supuesto, incluso como veíamos nos espía a través del micrófono y la cámara, y que decir de las claves de acceso a cuentas corrientes u otros sitios a los que accedemos. La simple pérdida del terminal puede suponer una tragedia para muchas personas, no solo porque se puedan filtrar datos comprometidos, sino porque su pérdida supone un quebranto para recuperar todo lo que contenía y un riesgo por el posible uso fraudulento de todo ello.
Es importante no dramatizar, pero si ser conscientes de lo que el nuevo entorno digital nos exige en materia de precaución y seguridad, así que unos consejos no vendrán mal, así que os dejamos este enlace de la Oficina de Seguridad del Internauta (OSI) de INCIBE en la que proporcionan la información y el soporte necesarios para evitar y resolver los problemas de seguridad que pueden existir al navegar por Internet.