El pasado día 5 de agosto fue el Día internacional de la cerveza. Quizás te preguntes: ¿por qué tiene un día la cerveza? Si tienes esta duda la verdad es que estás en minoría, puesto que las estadísticas demuestran machaconamente que los españoles que viven a espaldas de este líquido, a veces rubio, a veces moreno, a veces castaño, son menos de uno de cada tres.
La cerveza está en nuestras vidas desde hace mucho tiempo.. ¿En qué medida? Pues con los datos, de nuevo, se puede hacer una aproximación. La Encuesta de Presupuestos Familiares realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) no abarca la totalidad del consumo de la cerveza, pues el mayoritario del mismo: el que se realiza fuera de casa, queda englobado en el gasto general en bares y restaurantes. Pero sí tiene algunos datos sobre la cerveza que se compra para casa. Y de esto podemos sacar algunas conclusiones.
La primera de todas es que los españoles somos de fermentación baja. O sea, de cervezas tipo Lager o Pilsen. De éstas, se compran para casa cada año más de 1.500 millones de euros que, a 0,64 euros la lata, da para unos 2.300 millones de latas, redondeando. Unas cuantas. El consumo de cerveza de baja fermentación no tiene parangón ni con la de alta fermentación (tipo ale o porter), de la que se compra la trigésima parte. De cerveza sin alcohol se compra unos 125 millones de euros y de bebidas a base de cerveza (con limón, como las radler, por ejemplo), unos 62 millones.
Cada hogar se gasta unos 4 euros a la semana, unas siete latas.
En términos medios, cada hogar que compra cervezas del tipo más común (baja fermentación) se gasta unos 4 euros a la semana o, si lo prefieres, compra unas siete latas. Una para cada día. Habría que ver cuánta gente se las bebe, porque no todas serán para Homer Simpson, probablemente.
Los datos sugieren, por otra parte, que si quieres ir a un supermercado a ver cómo la gente compra cerveza como si no hubiese un mañana, tendrás que ir a Cataluña. En esta comunidad autónoma cabe estimar un gasto semanal superior a los 7 euros en el líquido rubio (o tostado, o negro). Detrás, los madrileños, los valencianos, y los andaluces. Los que menos, los cántabros.
De la cerveza siempre quisiéramos que no se terminase. Pero la cerveza, como todo, tiene ese último sorbo, casi olvidado; esa última parte pequeña de líquido que nos sirve de recuerdo final del placer que nos causó bebérnosla entera. Y ese sorbo final viene a ser, más o menos, lo que aporta el seguro. Con costes muy ajustados gracias a la mutualización de riesgo, el seguro acompaña a tu birra desde el momento en que es cebada por plantar hasta que, habiendo salido de ese camión que la transportó también protegido por el seguro, llega al supermercado, donde sigue protegida contra diversos riesgos hasta que tú la compras y la consumes. Así pues, ¡salud!